Opinión 02/08/2019

La región de la caza
En Sologne, región que se confunde en el Valle del Loira (ya saben, los castillos) hay un cartel que anuncia al visitante que está en la región de la chasse (la caza). Aparecen dibujados un pato, un venado y un jabalí. En las carnicerías y en los restaurantes se nota. La gente hace sus salchichas de carne de caza, estofa la liebre y el corzo y hace a la plancha, vuelta y vuelta, los magrés. Como en España, la caza carece de ideología. Es del comunista y del industrial.
En el campo, todos tienen su perro (por cierto el 95% de los perros abandonados proceden de familias que se cansan de ellos, no de cazadores) y aprovechan cada fin de semana de temporada para llevarlos a un ojeo, un paseo... Son perros vivaces, muy felices. Con la nariz limpia del campo y acostumbrados a nadar en los canales. Por la noche, huelen a barro pero también a libertad. Suelen estar cansados y se duermen derrengados con el hocico en el tobillo del dueño. Hay pocas cosas tan delicadas como ese roce de la piel y el pelo.

También hay que entender a la gente a la que no les gustan los toros, la caza... O esas tardes de matanza en familia en la que los niños se divierten metiendo la carne del cochino en la tripa del chorizo. También hay quien no entiende los perros de las ciudades, la vida del asfalto, el olor a moqueta y halógeno, la vida sin horizontes...

En España no hay cartel en ninguna región (pese a que La Mancha, ciertas zonas de Castilla y León, la sierras de Córdoba y Ciudad Real... serían buenas candidatas) que se anuncie como región de la caza. O del jamón. O de los toros. En este caso, los franceses sí que tratan de sacar lo bueno de cada una de sus regiones sin esos chiringuitos como de plan Marshall (si supieran lo que se gastaron para la famosa ruta del Quijote) que sólo benefician a los burócratas del informe y el sello oficial.

En Francia también hay una Francia vacía que se debate en dilemas similares a la España de las provincias y los pueblos. Como en España, es natural que los políticos (como Macron frente a los chalecos amarillos originales que sólo pedían que no subieran el diésel) desprecien a los que aún habitan en ella. Son cada vez menos votantes y quién sabe si algún día desaparecerán. O quizás no. Porque hasta los más urbanitas llevan un poco de pueblo encima y los entienden.

Los de los pueblos no quieren su lástima. Sino el orgullo de ser la región de... lo que se merezcan.

EMILIA LANDALUCE