Segovia 16/10/2018
¿Por qué los corzos se acercan este año a las ciudades?
¿Por qué es cada vez más frecuente toparse con un corzo en un área urbana? ¿Cómo es posible que hace unos dÃas estuvieran en una zona de paseo de Segovia, en la Alameda del Parral, muy frecuentada? Son preguntas para las que los expertos tienen respuestas y remiten incluso a datos de población de esta especie de cérvido (Capreolus Capreolus Linneus) que prefiere paisajes de bosques y tierras de cultivo a los montes, porque se alimenta ramoneando más que con pastos.
La presión humana hizo que los corzos se echaran al monte, huyendo de cazadores y depredadores naturales, pero la caza ha bajado, no hay tanta presión cinegética como hace unos años. Y los corzos están bajando de las montañas y se extienden por sus hábitats naturales. Por eso no es raro que hace unos dÃas Rafael Acebes, un vecino de Segovia, los grabara con su teléfono a pocos metros del monasterio de Santa Cruz la Real, sede de IE University, en la ribera izquierda del Eresma.
Por eso «tampoco es raro», advierten expertos consultados por El Norte, que hayan sido vistos ejemplares jóvenes del cérvido en las últimas semanas en localidades del piedemonte de la Sierra de Guadarrama, en el Real Sitio de San Ildefonso, en Torrecaballeros e incluso en la comarca de la Campiña Segoviana, ya en plena meseta.
«No es extraño que los corzos vuelvan a su hábitat natural, que no es la montaña, cuando no tienen presión cinegética fuerte, bajan donde tienen alimento», indican los biólogos. Este año, las abundantes lluvias de la madrugada han favorecido que proliferase la vegetación de monte bajo, arbustiva y herbácea, asociada a los cultivos modernos, facilitando el paso de los animales por los corredores naturales hasta los pinares y masas de bosque de la meseta.
De hecho, ya hace cuatro años que una pareja de corzos tuvo que ser rescatada del aparcamiento de una empresa de Laguna de Duero (Valladolid), y en mayo de 2017 fueron encontrados veinte cadáveres en la ribera del rÃo Duero en peñafiel, según los investigadores probablemente ahogados, junto al canal del Riaza, entre el cruce de la nacional 122 que encauza el tráfico hacia la localidad burgalesa de Roa de Duero y la vallisoletana de Castrillo de Duero, y el antiguo restaurante El Empecinado, ubicado al borde de la carretera, más o menos a nueve kilómetros de Peñafiel.
También son frecuentes los accidentes de tráfico por atropello de corzos, que es la especie más implicada en este tipo de sucesos en España, con unos 6.000 casos desde 2012.
Los biólogos indican que «donde están más cómodos los corzos es en la llanura, con alimento abundante, aunque hace años, cuando habÃa una mayor presión humana y cinegética, se quedaban en zonas más altas».
Ahora parece que han perdido el miedo al hombre y se pueden expandir. Por eso no es extraño que se les vea en zonas periurbanas, en paseos como la Alameda del Parral en Segovia, casi en el lÃmite entre el caso urbano y el campo.
Como informa en su web la Asociación del Corzo Español (ACE), que cita como fuente a Large Herbivore Network, «en la actualidad la presencia del corzo es muy común y está en expansión en muchas áreas». Estuvo casi extinguido en el sur de Europa en la primera mitad del siglo XX, debido a la pérdida de su hábitat y la sobrexplotación, pero «el número de corzos empezó a incrementarse de nuevo hace 20-40 años debido al abandono del campo, la mejora de los regÃmenes de caza y las reintroducciones».
En la actualidad se extiende por la mayor parte de la PenÃnsula Ibérica; tiene una gran capacidad de adaptación y, en tiempos recientes, señala ACE, se ha producido un «crecimiento casi explosivo de sus poblaciones», y en España se ha incrementado diez veces su área de distribución en los últimos cincuenta años.
De manera que, con este aumento de la población y de sus fuentes de alimento y, quizá, porque han perdido el miedo al hombre (pero siguen siendo cautos cuando se les acerca) no es extraño ver corzos cerca o dentro de las áreas urbanas.