Opinión 15/10/2018
La caza reglada: actividad indispensable
La caza salta con frecuencia a la palestra mediática, envuelta casi siempre en polémicas ideológicas extremadas, apoyadas en demagogias, fundamentalismos y en el desconocimiento. Sin embargo, la actividad cinegética es esencial desde los puntos de vista social, económico y ecológico. Veámoslo desde distintas facetas.
Deportiva o lúdica. La caza deportiva, de incontestable importancia, genera grandes aficiones y pasiones, tan dignas como cualquier otra, que aquà se cuentan por decenas de miles. Están arraigadas en la historia y en los instintos más inherentes a la condición humana. Su ejercicio deriva en humanización, cuidado y puesta en valor del territorio, velando por su ordenamiento, por la salud medioambiental y por el equilibrio entre especies. Precisa pagar a los propietarios – Comunidades de Montes Vecinales en Mano Común – como deberÃa pagar cualquier otro deportista o usuario ocasional, ya que por lo general los montes no son públicos. Es compatible con cualquier otra actividad laboral o deportiva y solo necesita la demarcación y señalización de la zona en los dÃas y horas de la actividad.
Económica. La caza es y ha de serlo más- determinante para las rentas del rural, para fijar población y evitar la desertización humana. Es un recurso económico natural y renovable que, bien gestionado, se convierte en una fuente de riqueza sostenible. Recordemos que un corzo vale más que una vaca, un ciervo más que tres o cuatro y que una monterÃa de jabalÃes supone miles de euros. Es turismo de interior desestacionalizado. Al igual de lo que ya ocurre en otras regiones españolas, ha de ser capital para frenar el abandono del rural.
Reducción de daños. Unas densidades de fauna excesivas producen consecuencias muy negativas. La caza deportiva tiene esa función reguladora. Veamos ejemplos.
Daños en los cultivos. Recordemos los viñedos bajos del Ribeiro, los maizales, los prados o los campos de trigo, donde los jabalÃes en exceso causan destrozos graves. La desastrosa superpoblación de conejos es reiterada plaga en otras regiones. Los esforzados agricultores no han de soportar sin más tantas pérdidas en los frutos de sus trabajos.
Daños en la ganaderÃa. En varias comarcas, el lobo produce daños excesivos sobre ovejas y vacas domésticas y sobre caballos en libertad, donde llegan a matar a todos los potros del año. Los córvidos en exceso atacan a las ovejas durante el parto, se comen los corderos recién nacidos y vacÃan y matan a sus madres. Los ganaderos no pueden resignarse a tan exageradas agresiones.
Accidentes. Abundan los accidentes de tráfico contra fauna de gran porte: jabalÃ, corzo y ciervo. Las consecuencias son muy traumáticas y, a veces, mortales. Con animales de este tipo, en Galicia se producen cinco accidentes graves al dÃa. Y la tendencia es a aumentar. Todos somos posibles accidentados. Es preciso mantener unas densidades razonables.
Equilibrio ecológico y conservación. El exceso de poblaciones de algunas especies causa graves daños en el medioambiente, pudiendo ser fatales para ellas y llevar a otras a la extinción. Ejemplos muy de actualidad son los cormoranes que, adaptados recientemente a los rÃos, están diezmando las poblaciones de trucha y otros peces autóctonos. Asimismo, el exceso de zorros, especie prolÃfica con escasos depredadores, tiene grave incidencia en aves que anidan en el suelo, que las lleva a la erradicación, asà como en pequeños mamÃferos; incluso en corcinos, sobre los que causan enorme mortandad al matarlos recién nacidos o en los primeros dÃas de vida. Efecto idéntico causan los omnÃvoros jabalÃes, cuando se dan en exceso. De igual manera, la superpoblación de gaviotas, adaptadas ya al medio terrestre y urbano, que liquidan en los nidos de otras aves los huevos y los pollos con gran voracidad.
Como vemos además de otras medidas protectoras del medio- es obligado el ajustar las poblaciones de fauna salvaje. La caza reglada se vuelve un instrumento indispensable para mantener la biodiversidad y para una actividad humana sostenible.
Si se suspendiera la actividad cinegética en una región, los daños serÃan devastadores. Además de cultivos inviables, accidentes mortales, ataques continuos a animales domésticos, crisis en las especies más protegidas y extinciones, habrÃa enormes mortalidades por epidemias en las más superpobladas, entre otras fatalidades. Existen muchos ejemplos de tales fracasos. El rebeco en los Picos de Europa, con mortalidades generalizadas por la sarna. Los episodios altamente letales del ciervo, hace unos años en el P.N. de Sanabria. El lobo, con su densidad disparada en comarcas de León, donde lleva al corzo al borde de la desaparición. El jabalà en algunas zonas Ramsar, en las que elimina del ecosistema nidos de suelo, anfibios, gazaperas y conejitos y diezma toda la microfauna terrestre.
Debemos alejarnos de fanatismos ignorantes y oportunistas: para todos nosotros es fácil entender lo expuesto. La gente necesita recursos para subsistir y la población precisa disponer de superficies para producir alimentos. Incluso los vegetarianos y veganos quieren su soja, sus guisantes, su maÃz, su trigo y su avena. Todos los cultivos necesitan unas poblaciones de fauna controladas, tal que puedan ser llevados a cabo. También se han proteger especies sensibles. Unas densidades excesivas lo harÃan imposible. AsÃ, es obligado equilibrarlas mediante la caza reglada. A la vez, esta actividad ha de ser una fuente de riqueza y satisfacciones. Por ello, para la supervivencia del medio rural y para mantener el deseable equilibrio ecológico entre especies, es imprescindible recurrir a su función reguladora. Se ha de poner en valor y potenciar la caza controlada.