Entre las tertulias de cazadores se suele escuchar con frecuencia: antes, cuando se quemaba el monte con más asiduidad había más caza. Con este comentario se “culpa” únicamente al exceso de maleza como causante del descenso poblacional de la caza menor. Ni que decir tiene que el fuego puede llegar a ser devastador, un gran incendio (incendios mayores de 100 ha) supone importantes cambios en el ecosistema y en la biodiversidad, que no es en ningún modo deseable.
Si bien es una realidad que nuestros montes se encuentran en una fase de abandono en lo que a explotación de leñas se refiere (ya prácticamente no se extraen ni madera ni leña de nuestras sierras), que unido a un excesivo proteccionismo, los están convirtiendo en una maraña impenetrable, en la mayor parte del territorio. Año tras año, se observa que estas zonas van en aumento, siendo usual el caso de ir andando por el monte y quedar literalmente “atrapado” entre la maleza, teniendo que volver por los mismos pasos por donde has llegado. Las repercusiones de este fenómeno son cada día más obvias, afectando negativamente a la caza menor y a otras especies que no encuentran su hábitat en ella, y siendo beneficiosas a la vez para especies como el jabalí, cada día más abundante.
Es cierto que el descenso generalizado de las poblaciones de caza menor, no se debe únicamente a este exceso de maleza, también al abandono progresivo de los cultivos que en los montes existían, ha sido la causa. Pero existen zonas en las que se pueden paliar estos efectos mediante siembras cinegéticas, comederos, desbroces y otras actuaciones, cada día más utilizadas, con el fin de proporcionar un hábitat adecuado para la cría de especies como la perdiz, pero, ¿qué ocurre donde no se pueden hacer estas mejoras?
Contestando a la pregunta formulada, se están estudiando las denominadas quemas prescritas (también denominadas “quemas controladas”), que consisten en la quema con dispositivos especiales para su control (guardas, bomberos, policía, etc.) de zonas no muy extensas (entre 1 y 10 ha) en diferentes puntos según su estudio y plan preestablecido, con el fin de producir una discontinuidad y descarga de combustible en el monte, en pos de reducir el riesgo, tanto en el origen, como en la propagación de los incendios forestales. Estas quemas suponen una ligera alteración del hábitat, siendo muy positivas para la biodiversidad, y, obviamente, para la caza.
Las actuaciones de “quemas prescritas” aún se encuentran en fase embrionaria, pero consideramos y estamos convencidos que serán a la larga beneficiosas en nuestros montes, no solo para la perdiz, también para otras aves, mamíferos y reptiles. Esperemos que en un futuro no muy lejano, si se comprueba este beneficio, formen parte de las posibles mejoras aplicables sobre el actual medio natural, tan abandonado y deteriorado.
Redacción ADECACOVA.
DBO y VRMM